“Arroyos y Valses de Agua”

Cascadas de niebla en el monte Kurokami, Provincia de Shimotsuke, 1834-35, Museo Ukiyo-e, Japón / Museo de Bellas Artes de Boston, USA-
Ganador de la convocatoria de Estímulos 2020 “Unidos por la Cultura” en la categoría “El Alma de las Cosas” Proyecto “Cadencias del Remanso” (El poemario tendrá por nombre “Arroyos y Valses de Agua”, y será publicado por Sílaba Editores).
Cuando descubrí que en alemán Bach significa Arroyo se me hizo imposible desligar mi idea sobre la música de la de esta molécula caprichosa que hace posible la vida sobre la tierra: el agua. De otro lado, si algo define al tiempo incluso mejor que el movimiento, es la música. Así que agua, tiempo y música se presentaron ante mi puerta de la ciencia para que jugara a las ecuaciones de la poesía. No es que lo haya comprendido así, pero la palabra quiso concertar, conversar con la música del pc, o del Smart TV, o del celular –cuyos circuitos, ingenuamente, insisten en ser inteligentes-. Estos poemas, literalmente, infamemente, brotaron escuchando youtube. Como agua subterránea tanteando alguna cuenca, como lluvia escondidija que sirve en parajes africanos para medir el tiempo, así se fue acumulando esta ponchera de humedad y versos, estos Arroyos y Valses de Agua que son apenas una tímida travesía en busca de la terrible conversación ideal: aquella en la que ambas partes únicamente escuchan.
Bach – Concierto N° 7 para clavicémbalo en sol menor
Habría que creer en Dios cuando irrumpe como un delta de manos generosas contra el mar de inquietudes que camina en la espalda Habría que darle fe a los susurros de luz que se reciben sobre el calor rosado de los pómulos en el vaivén de agua que llueve con la música Habría que difundir este evangelio sublime de caricias y témpanos de fuego Toda la jornada de las nubes Todo el maratón de las cascadas El crepitar de abrazos que guardan los glaciares Júbilos de rocío naciendo de mis lágrimas Habría que sucumbir a las preguntas y declarar que el reino de los cielos es una respuesta incomprensible como el temblor del aire cuando tocas mis brazos como un alud del vientre cubriendo toda la tierra develando ante los ojos la niebla que protege a la confianza Habría que creer en Dios mientras los ríos de la palma de las manos siguen desembocando en la alegría de que inundes de océano el dedal de mis pensamientos Habría que creer y comprender que todas las historias ya fueron celebradas en las manos de Bach en los arrullos de cada anochecer Sucumbir a la fe Aceptar que un espíritu de escarcha navega las corrientes de la duda Reconocer que hasta mi escepticismo hace parte del canto de los pájaros Y darle de nuevo play al séptimo concierto en sol menor